TEXTO 2 -
“CANTAR DEL MÍO CID” (ANÓNIMO) - 3r ESO-B
Ya la oración se termina, la misa acabada está,
de la iglesia salieron y prepáranse a marchar.
El Cid a doña Jimena un abrazo le fue a dar
y doña Jimena al Cid la mano le va a besar;
no sabía ella qué hacerse más que llorar y llorar.
A sus dos niñas el Cid mucho las vuelve a mirar.
"A Dios os entrego, hijas, nos hemos de separar
y sólo Dios sabe cuándo nos volvamos a juntar."
Mucho que lloraban todos, nunca visteis más llorar;
como la uña de la carne así apartándose van.
Mío Cid con sus vasallos se dispone a cabalgar,
la cabeza va volviendo a ver si todos están.
Habló Minaya Álvar Fáñez, bien oiréis lo que dirá:
"Cid, en buena hora nacido, ¿vuestro ánimo dónde está?
Pensemos en ir andando y déjese lo demás,
todos los duelos de hoy en gozo se tornarán,
y Dios que nos dio las almas su consejo nos dará”.
Al abad don Sancho vuelve de nuevo a recomendar
que atienda a doña Jimena y a las damas que allí están,
a las dos hijas del Cid que en San Pedro han de quedar;
sepa el abad que por ello buen premio recibirá.

El tema de este texto es la triste despedida del
Cid hacia su mujer y sus dos hijas antes de su destierro.
El Cid se despide de su amada y de sus dos hijas
ya que le han desterrado injustamente por culpa de unos nobles envidiosos y
también tiene que ir a luchar contra los musulmanes. Les cuesta mucho decirse
adiós y lo hacen entre lágrimas. Le pide al abad don Sancho que cuide de su
mujer y de sus dos hijas, doña Elvira y doña Sol.
Por toda esta información sabemos que este
fragmento pertenece al primer cantar, el “Cantar del destierro”.
Como ya hemos dicho en la introducción, estamos
ante un texto procedente de la épica o narrativa en verso. Podemos observar que
está compuesto por veintiún versos de desigual medida, es decir, polimétricos.
Éstos miden entre quince y dieciséis sílabas (el primero mide dieciséis y el
segundo quince). Cada uno de los versos tiene una pausa en medio llamada cesura
que lo divide en dos partes llamadas hemistiquios. En el verso uno, “Ya la
oración se termina // la misa acabada está”, la cesura está entre las palabras
“termina” y “la” y divide al verso en un hemistiquio de ocho sílabas y otro de
siete. Podemos ver también que la rima es asonante, todos los versos tienen la
rima –á. Y por eso sabemos que sólo hay una tirada, porque no cambia de rima en
todo el texto. Lo observamos en los siguientes versos: “Pensemos en ir andando
y déjese lo demás”, “sepa el abad que por ello buen premio recibirá”.

Este fragmento se divide en dos partes: la
primera, versos uno hasta el diez, cuando el Cid se despide entre lágrimas de
su amada y de sus hijas. La segunda, de los versos once al veintiuno, cuando el
Cid ya se dispone a marchar y se vuelve para decirle al abad don Sancho que
cuide de su familia.
Los personajes que aparecen son el Cid, que se
presenta como un héroe ensalzado al que siguen sus vasallos, y también doña
Jimena, su mujer, y sus dos hijas, doña Elvira y doña Sol. Éstos son los
personajes principales ya que intervienen directamente. Sobre los vasallos,
Minaya Álvar Fáñez y el abad don Sancho podemos decir que son secundarios.
En el texto podemos destacar algunos de los
recursos estilísticos usados como por ejemplo una comparación en el verso
número diez: “como la uña de la carne así apartándose van”. También son muy
comunes en las obras del Mester de juglaría los epítetos épicos; en este
fragmento aparecen unos cuantos como “Cid, en buena hora nacido” en el verso
catorce, “Mío Cid” en el verso once.
Para finalizar, podemos verificar que estamos ante
un fragmento de la primera parte del “Cantar del mío Cid” en el que vemos todas
las características propias del Mester de Juglaría y de la épica o narrativa
popular medieval.
GLOSARIO
Abad: superior de un monasterio perteneciente a
determinadas órdenes religiosas cristianas con el título de abadía.
Vasallo: persona
que se ponía al servicio de un señor feudal, el cual le daba protección a
cambio de unos determinados servicios.
Duelos: sinónimo de penas.
PARTE CREATIVA
[…]Mío Cid, en su tristeza, otra mirada fue a dar
a sus dos queridas hijas, que lloraban sin parar
y a su amada doña Jimena que tan sola iba a quedar.
Pero aquellos no eran momentos de ponerse a meditar,
pues un durísimo camino le
esperaba al de Vivar.
Un consuelo le quedaba, saliendo de su ciudad,
y era que mucha gente se quería a él sumar.
Empieza pues sin demora el Cid a cabalgar.
Su tierra va abandonando el Campeador y los demás.
Ya no es momento de descanso y tampoco de mirar atrás,
pues lo que queda por venir, en manos de Dios está.
M.V.M.
A.V.M.
C.A.A.
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